Cuando estoy con Papi y Mami no está

Son pocas las veces que le toca al Papi estar con el Nano a solas.

Cuando el Nano no sabía hablar, no tenía ni idea de lo que ocurría en mi ausencia. El Papi me decía que todo fue bien, muy tranquilo. ¡Bueno! ¡Qué bien! Más que nada porque el Nano es un cabrito de mucho cuidado, y hay que lidiar bastante con él para que no haga de las suyas (que suele ser trastadas «apocalípticas», en el sentido de pintar paredes, romper cosas, vaciar la nevera, querer ir a caballito encima de los pobre perros que tenemos… y actos «suicidas» como subirse a la mesa alta del salón, trepar muebles, o encaramarse a la ventana abierta del salón. Para estar tranquila, vamos!)

Desde que el Nano empezó a hablar, descubría cosas. Primero fue que cogía una percha y hacía como si fuese una pistola, y se metía un lápiz en la boca a modo de puro. Me quedé blanquísima! Luego, me pedía que le pusiese un videojuego («Quero Nuke Nukem! Pon! Pon!«). Ahí, ya empecé a imaginarme lo que pasaba. Luego, juegos brutos de chicos. Así que le preguntaba quién le enseñó todo eso. «Mi Papá!».

En fin! Y al Papi no le quedó otra que confesarse: jugaban a la Play (sí… los dos. Y la bronca que chupó el Papi fue descomunal. Ahora le compró juegos adecuados a su edad), o el Papi hacía de Dinosaurio que le perseguía por toda la casa (hala, a correr y chillar por toda la casa adelante!), enseñarle a hacer volteretas encima de la cama, jugar a Superhéroes… o se hacían palomitas y veían una peli de superhéroes juntos (que un niño de apenas 3 años se conociera a casi todos los personajes de Marvel y DC Comics… no tiene precio! Arrrgghhh!).

Por supuesto, que cuando el Nano queda conmigo tras estos momentos gloriosos de Padre-Hijo-y-qué-bien-me-lo-paso!, pretende seguir con esa situación… . A ver, que me gusta que se lo pase bien con su padre, pero luego soy yo quien tiene que estar corriendo detrás de él todo el día para que no se haga daño, ni haga cafradas mayores. Además, no soy muy partidaria de los juegos con violencia para un niño de 3 años (y eso que de aquella tenía dos!).

«Estoooo… mira! No te asustes! No pasó nada… Peeeroooo….»

… Cuando el Papi me dice esta frase, me recorre un escalofrío de campeonato por todo el cuerpo, y lo primero que hago es revisar al Nano.

La primera vez, estaban los dos en el salón. El Nano tenía un año recién cumplido, y ya tenía algunos dientes fuera (sip! Ya os podéis hacer una idea de qué va esto…). Ya caminaba solito, a veces se caía pero se levantaba y seguía caminando. Pues ahí estaban los dos! El Papi viendo las noticias y a un metro escaso, el Nano caminando alrededor de la mesita de cristal. Me acuerdo que en ese momento yo estaba ocupada y le avisé al Papi a que estuviese atento al Nano, porque se podía caer y hacer daño, que tenía aún los pasos vacilantes. «No te preocupes!». Vale. Me doy la vuelta y… «Clonck!» y a continuación un llanto desconsolado. Se había caído delante de las narices del Papi y chocó contra la mesita, con tan mala suerte que se partió un trocito de diente (una de las paletas superiores). Gracias a dios no fue grave, es decir, que se lo hubiese partido hasta arriba u otra cosa peor. Pero ahí estaba el Nano con un diente roto.

… hasta 3 meses más tarde!

El Papi se ocupaba del baño del Nano mientras yo bajaba a los perros. Al subir, me lo encuentro de pie en la entrada del baño, y me suelta la frase maldita. Pues durante el baño, al Nano no se le ocurrió mejor cosa que levantarse, perdió el equilibrio y chocó con el borde de la bañera, mientras el Papi se quedó paralizado. ¿Consecuencia? Sí, habéis acertado: se partió la otra paleta. Así que el Nano luce ahora dos paletas rotas, haciendo juego con su estilo macarra. (Si es que hay que tomárselo con humor, porque sino….). ¡Y agarraos! Últimamente dice sentirse orgulloso de sus dientes rotos!

«Porque quiero a mi Papá mucho!»

Ya sé que suena todo ésto como si fuese lo peor del mundo, un Papi novato que se le escapa el control de las manos. Pero pensándolo bien, sé que lo hace porque adora a su hijo, aunque no tenga los reflejos de las Mamis, esos reflejos únicos que nos convierten en Superheroinas que bien se podría incluir en algún cómic de Marvel o DC 😉 .

El Nano adora a su padre, lo echa muchísimo de menos cuando está fuera durante horas, y cuando están juntos se lo pasa en grande. Su Papi es su amigo, compañero de juegos y su Superhéroe (hace unos días me dijo todo convencido que su Papá es un Superhéroe como Hulk… criatura! 🙂 ).

También es verdad que su Papi le empezó a enseñar los Números (antes de los 3 años sabía ya contar hasta 12, reconociendo los números perfectamente), le hace dibujos, le cuenta cuentos infantiles, ponerle Barrio Sésamo y le pone también música clásica. No todo es tan catastrófico! 😉

Me gusta ver la relación tan bonita que tienen los dos… aunque a veces me parece que en vez de un hijo tengo a dos! Jajajaja En serio, tienen un vínculo fuerte y hermoso, y me gustaría que fuese así para siempre!

… y si el Papi lee esto: tranquilo! A pesar de comportarte a veces como un crío más, lo estás haciendo fenomenal, SUPERPAPÁ! 🙂